Avila

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Meseta Castellana
BIENVENIDO

26/1/12

CORAZÓN

Regresé a casa de mi abuela, recorrí las habitaciones hasta llegar al baúl que Elisa dejó cerrado, antes de desaparecer, hace seis años. Allí encontré alguna de las respuestas, en los escritos de Elisa:






Hace dos días, de madrugada, sentí un golpe de silencio que me sacó de un profundo sueño. Percibí nítidamente cómo el corazón había dejado de hablarme. Es posible que llevara más de una semana sin oír el ritmo de sus latidos pero, hasta entonces, no me había dado cuenta.

El hecho me causó cierto sobresalto e incertidumbre por lo que busqué el estetoscopio que guardaba en el armario de los medicamentos. Algo nerviosa, me dispuse a escuchar los latidos. Coloqué la membrana en mi pecho y busqué el sonido impaciente: definitivamente, no se oía nada.

Ayer, por la mañana, decidí ir al médico de cabecera, al que no conocía aún porque no suelo visitarlo.

Era difícil de explicar pero sé que no puedo continuar así. De tal manera que reuní todo el valor que me fue posible y se lo conté.

El médico accedió a reconocerme a pesar de lo increíble de la historia. Su exploración constató el hecho por lo que decidió remitirme de urgencia al especialista. Me insistió en que el caso requería atención inmediata. Sus ojos delataban la sorpresa y sus manos no respondían ante la hoja del informe.

Ya, ante el especialista, una vez estudiado mi historial, procedió a realizar las pruebas pertinentes. Por último, el cardiólogo realizó una ecografía y me mostró el monitor. El cardiólogo, aún pensativo, tomó notas y se dirigió a mí con voz pausada. Casi hablándome al oído me dijo, que este era un caso claro de “vacío de corazón”. La pantalla dibujaba con toda claridad el amplio vacío.

Se podían observar restos de aorta y pericardio. Trocitos de válvula mitral mostraban que no todo había desaparecido.

Tuve suerte, según me indicó el especialista. Aún quedaban tejidos y ello me permitiría iniciar una reconstrucción del corazón. De los restos, se pueden extraer células “almamadre” –me dijo muy bajito-; una vez tratadas, son inyectadas poco a poco, con mucha paciencia, durante varios meses. Es una complicada tarea la de formar un nuevo corazón, pero ellas lo conseguirán, si el procedimiento se realiza adecuadamente. El resultado será un corazón algo más pequeño y duro, al principio, pero suficiente para seguir viviendo con toda normalidad. Después de un periodo de adaptación, acabará pareciéndose al órgano original.

Continuó explicando ante mi atónita mirada:

-No es tan extraño no tener corazón. A veces, el “vacío de corazón” es congénito. Hay muchas personas que vive con esa carencia porque ha nacido así. El cuerpo sabe acomodarse y hasta es posible que puedan vivir gran cantidad de años en esas condiciones. En el caso de haberlo perdido, después de haber crecido con él, el organismo no puede vivir mucho tiempo sin corazón.

Así las cosas, he empezado el tratamiento sin demorarlo más. Al mismo tiempo, he accedido a realizar mi propia autovacuna, según me ha recomendado, para evitar que esto vuelva a suceder.


2 comentarios:

EmiliLlopi dijo...

Ay el corazón. Se hace duro, silvi.

Silvia dijo...

No creas. Cuesta aprender. Un abrazo.